Soy un artista conceptual. Trabajo con el lenguaje como eje y la cultura argentina y su tradición hispano-católica como tema. La observo, la mastico y la regurgito en otra forma. Entender el porqué de nuestra locura es una obsesión que, irónicamente, me llevó a la cordura. Busco desmitificar, eliminar eufemismos y exponer contradicciones y absurdos de tal manera de ver nuestra cultura desde una nueva perspectiva. Trabajo entre la poesía y las artes visuales en función de lo que cada idea necesita expresar.

Foto bio Marcelo del Campo

Nací en Salta, donde resido. Viví también en Buenos Aires, Córdoba y Cafayate

Poeta y artista conceptual. Estudie Economía sin titularme (la tesina, un último acto de rebeldía). Un largo peregrinaje de búsqueda de orientación y sentido me llevó a cuestionar todo en mí. Un temprano acceso a internet e inglés permitieron abrir mi horizonte hacia la cultura anglosajona, donde encontré respuestas que no encontraba en mi propia tradición, que denomino hispano-católica. A partir de ahí surgen reflexiones, contrastes y análisis que me llevan a trabajar en un re-pensar mi cultura. Mi trabajo gira alrededor de ello. Busco a través de la descontextualización, el contraste, la exageración y el absurdo ilustrar elementos culturales e invitar a una mirada fresca sobre nuestra cotidianeidad e historia.

Trabajé varios años en MercadoLibre, en el Ministerio de Finanzas del Gobierno de la Provincia de Córdoba y en una variedad de puestos en diferentes rubros, empresas y provincias. De esas experiencias obtuve un bagaje de conocimientos que nutren mi mirada y pensamiento conceptual.

La escritura fue mi primer acercamiento a lo artístico y con el tiempo, tanto el desarrollo de mis propios trabajos como mi interés migró hacia las artes visuales, donde encuentro más libertad y otras posibilidades para aplicar mis ideas.

Mi seudónimo es un apodo, un personaje, una pose, un alter ego, un nombre artístico, una marca; un personaje para vestir y representar y adaptar a mis diferentes necesidades creativas; un elemento lúdico en mis experimentaciones y exploraciones

—Disculpe joven ¿usted sabe cuál va para Carlos Paz? porque yo iba a tomarme un taxi pero está todo trabado el tránsito para ese lado, ahí por la circunvalación, y si seguía me iba a salir una fortuna y yo soy jubilada ¿vio? así que me bajé pero ahora no sé qué hacer, porque yo siempre me tomo el Sarmiento pero no sé si hoy que es feriado estarán funcionando ¿no? porque—

—No sé señora la verdad que no sé. Ahí abajo están las boleterías puede preguntar ahí

—Ah ¿están abajo las boleterías? no sabía; entonces mejor voy a preguntar porque no sé qué hacer ahora: yo siempre me tomo uno que va directo porque es más rápido, aunque es más caro—no, bueno, en realidad no es más caro no—es más barato, sí, o sale lo mismo más o menos ¿no? pero claro no quiero tomar—porque, porque hay uno que no va directo ¿no? da—da vueltas, no va directo ese; no llega más ese, entonces yo prefiero el otro; lo que pasa que no sé los horarios de ese—claro, usted me dice que abajo está la boletería: yo no sabía que estaba abajo—y ¿abrirán hoy? claro, no, qué tonta: si me acaba de decir que sí—sí, voy a tener que ir a preguntar, porque yo voy a ver a mi sobrina ¿sabe? Mónica se llama ella, a eso voy a Carlos Paz porque si no no iría: es muy lejos y a mi edad uno se cansa ¿no? ya no es como antes; yo ya tengo setenta y cuatro años, ya soy jubilada ¡hace rato que me jubilé! cumplí años ahora en setiembre, el veintitrés de setiembre es mi cumpleaños: casi el día de la primavera: por dos días nomás no es el día de la primavera; siempre me toca lindo día para mi cumpleaños—salvo el año pasado, salvo el año pasado que llovió un poco nomás—pero a la mañana, después estuvo nublado; a la tarde se puso lindo sí, y no hacía mucho frío; ese día no había ido a Carlos Paz porque Mónica no podía: no sé qué tenía que hacer, porque sino muchas veces me lleva cuando es mi cumpleaños; ella viene para acá a la mañana a hacer trámites—porque es abogada ella—y entonces viene a los tribunales, pero no sé bien qué hace: nunca la entendí bien; pasa que yo no estudié ¿sabe? claro en mi época era más difícil estudiar y mi padre no quería saber nada de que yo estudiara, era muy severo él y no le parecía bien que una mujer estudiara; además no sobraba la plata y era mejor que trabajara; ahora son distintas las cosas, claro, cambió mucho todo: mi sobrina vive sola, se divorció del marido—dos años estuvieron casados; yo estuve casada cuarenta y nueve años con Sergio, mi marido—cuarenta y nueve años ¡qué bárbaro! después se murió él, me dejó sola porque no tuvimos hijos ¿vio? él no quería—y bueno, así es la vida ¿no? mi sobrina tampoco tiene hijos: dice que no quiere saber nada de hijos, dice que no tiene ni tiempo ni plata para tener hijos ¡y si trabaja todo el día, pobre! pero no gana bien, dice; es que está todo cada vez más caro: la verdura sube todos los días, cada vez que voy a la feria, que está los sábados a la mañana—por suerte me queda cerca: a dos cuadras nomás, ahí en la plaza de los Artesanos—voy con mi carrito; bien temprano voy porque hay menos gente y así puedo elegir mejor, porque después sino están todos apurados y se impacientan y te empujan—no, no me gusta: prefiero ir más temprano que es más tranquilo; pero está cada vez más difícil comprar: en el súper no se puede comprar verdura: es mucho más barato en el mercado, en el súper está carísima—ahora abrieron, acá a la vuelta, a la vuelta de mi casa, un súper de los chinos; tienen buenos precios, pero no en todo ¿eh? pero en algunas cosas sí: por ejemplo lo de limpieza es más caro pero lo de despensa es más barato—y los vinos, los vinos están baratos; a veces me compro uno—pero de vez en cuando nomás, no tomo mucho: media copita por día y si viene Mónica—o Walter, que es el chico que administra el consorcio; buen chico es Walter, es muy atento él; está hace poco, porque cambiaron la administración hace poco—los que estaban antes eran un desastre: no venían nunca, estaba todo roto y sucio, y yo tenía que hacer todo: pagaba la cuenta de la luz, si había que cambiar un foquito le pedía a José, que es un vecino que es muy bueno arreglando cosas—todo hace él, todo, y no cobra caro, no, cobra barato, y trabaja muy bien: siempre deja todo prolijo, ordenado; me dice “vos no te preocupés, Rosa, que yo me ocupo” eso me dice, y él va y compra lo que hace falta y después lo arregla, y yo le pago de mi plata y después le tengo que reclamar al administrador para que me pague ¡y no me quiere pagar nunca! los que estaban antes ¿no? Walter no, Walter es distinto: ahora se ocupa él de las cosas; él sí hace las cosas, no como los otros que eran un desastre: cuando se fueron no le dejaron nada—nada—me dice Walter que no le dejaron un sólo papel y no había nada de plata en el consorcio, claro, y eso que habíamos pagado una expensa extraordinaria para arreglar la terraza porque el que está en el último piso está lleno de humedad porque la última vez no lo arreglaron bien: dejaron un desastre ¡y eso que salió carísimo! pero sigue perdiendo, y el del último piso se vive quejando porque está lleno de humedad: dice que si no lo arreglan se va a tener que mudar; y sí, pobre; encima tiene dos chiquitos, y uno tiene asma y dice que con la humedad le agarra peor ¡pobres! pero, claro, el arreglo sale caro y yo con mi jubilación apenas me alcanza para todo y eso que gracias a Dios cobro también la pensión de Sergio, porque sino no sé qué haría; por suerte la casa es mía así que no pago alquiler—“la casa,” bueno, es un departamento, pero es como una casa también; antes era una casa que me quedó de herencia cuando se murieron mis padres; siempre viví en esa casa: hace más de cincuenta años que estoy, todos me conocen en el barrio: siempre me saludan, y yo también los conozco a todos, claro—bueno, pero después, después que se murió Sergio, la vendí a los de la inmobiliaria y ellos me dieron un departamento, la planta baja, porque yo ya no puedo subir por la escalera porque pierdo el equilibrio y me voy para atrás: ¡una vez casi me mato! estuve un mes en el hospital; por eso yo le dije al de la inmobiliaria: yo quiero la planta baja, así no tengo que subir las escaleras ¿no? son tres pisos nomás pero no hay ascensor, así que hay que subir y bajar todo por las escaleras y yo no puedo, no; por eso me dieron la planta baja—y tiene un patio atrás, chiquitito es, no vaya a creer; tengo mis plantitas ahí: porque a mí me gustan las plantas, pero ya me cansé porque es mucho trabajo: crecen y crecen y después ya no sé qué hacer; una vez le regalé un helecho a Germán, el chico que alquilaba el primero “A”; un buen chico Germán, del Sur era, de Cipoletti o Viedma era, no me acuerdo ahora—ya no está más ¡uh! los inquilinos cambian todo el tiempo, todo el tiempo cambian; algunos son más bravos, pero la mayoría son buenitos; muchos son estudiantes, porque el departamento queda cerca de la facultad, a unas cuadras—de todos lados vienen, de todo el país; son buenitos todos, buenas personas ¡pobres! se quedan solos, con la familia allá lejos: yo no sé cómo hacen, pobres; Germán extrañaba mucho: siempre extrañaba, por eso se volvió: no aguantó más; él pasaba todos los días, casi todos los días, a visitarme y yo le convidaba unos mates y se quedaba a charlar; a veces le daba un budín de zanahoria para que se llevara porque estaba muy flaco ¡pobre! puro arroz y fideos comía, eso me decía, no comía nada de verdura: entonces yo le enseñé—porque soy vegetariana ¿sabe? no como nada, nada que venga de los animales: ni carne ni pescado ni fiambres ni huevos, nada nada—lo único es un poco de leche, porque me dijo el doctor que tome para los huesos—pero nada más; y bueno, yo le enseñé a Germán como preparar budines, como hacer tartas, licuados—y un montón de cosas más; todo bien económico ¿no? y sano, sin esas porquerías que venden: no no, todo bien sano, y mucha verdura y fruta: jugo, licuados, todo; y Germán aprendía: decía que le gustaba, que se iba a hacer vegetariano—pero claro, a veces se hacía hamburguesas cuando le mandaban plata desde su casa; yo lo sabía porque veía el humo que salía; desde el patio lo veía ¡un humo! yo no sé cómo no se ahogaba; él decía que después le quedaba todo el departamento lleno de humo y olor a grasa ¡y claro! yo le decía que para qué comía esas porquerías, pero a él le gustaba, decía, y bueno—y también le gustaba la pizza: a veces cuando venía a almorzar, los domingos, él se pedía media pizza; con jamón la pedía, y a veces sobraba una porción o dos y él la quería dejar, pero yo le decía que se la lleve porque yo no la puedo comer: con todo ese jamón y ese queso, no no; le decía que la caliente en el horno porque no tiene microondas él—yo sí: lo compré en cuotas con la tarjeta de Mónica—pero él decía que le daba fiaca ¡prender el horno! ay Germán; ahora se volvió a su provincia, del Sur es—¡qué frío! él me contaba siempre del viento y la nieve que había en invierno: yo no podría vivir ahí, pero él dice que le gusta y que extrañaba mucho, pobre; es que trabajaba todo el día, pero no le alcanzaba: estaba siempre sin plata, y eso que su familia le mandaba plata también—lo que podían, claro; él trabajaba en una panchería: todo el día estaba ahí, decía que era más chiquito que mi patio el lugar ¡qué bárbaro! pobre, encima le quedaba lejísimos: dos colectivos se tenía que tomar, le salía carísimo; y bueno, se volvió—yo lo entiendo, pobre, dice que allá no hay mucho trabajo pero que se vive más fácil; además está cerca de su familia ¿no? y bueno—yo lo extraño mucho a Germán, siempre me venía a visitar; los otros chicos que están ahora no, siempre están apurados: apenas los veo, y bueno—todo el mundo está muy ocupado hoy, yo no sé—

—Bueno ahí viene mi colectivo, señora, me tengo que ir

—Ah bueno, bueno

con la calma de un fuego
que muere lento en invierno
en un hogar de ladrillo
en una antigua casa de campo
frente a dos abuelos sentados
ella tejiendo, una frazada en la falda
él dormitando, el diario abierto
caído sobre el regazo
un viejo tango en la radio
dibujando suaves firuletes
en el sereno silencio
de un estar antiguo, hogareño
con cuadros de hijos y nietos
con bordados por todos lados
con una colección de conchas
y caracoles, sobre una cómoda
una mesa de ajedrez en la esquina
una repisa con medallas y recuerdos
de antepasados militares y viajes
con cortinas espesas, oscuras, cerradas
tras las que repiquetea la lluvia en el patio
sobre la lata del aljibe en el centro
sobre el techo de zinc de la galería
semitapada por una morera eterna
y en el torrente que desciende
por la canaleta herrumbrada, descascarada
en contraste con la calidez íntima, de adentro
donde un reloj de péndulo, de cedro negro
marca el constante paso del tiempo
heredado de un chozno o un bisabuelo
traído de Europa, de alguna región
del sur o del este
resonando con cada segundo
tonn  tonn  tonn  tonn
tiempo ignorado por los abuelos
y por el fuego
que muere
en un lento chisporroteo
en una lluviosa tarde de invierno
en la que dos abuelos pasan el rato
en una antigua casa de campo

A la mañana Beto traía la leche fresca recién ordeñada. En una gran olla de acero, algo golpeada, con una tapa finita que no encajaba, abollada, que le iba un tanto grande. La leche era espesa y formaba nata, en la olla o al calentarla. En esa imprecisa hora en que como niños en vacaciones nos levantábamos a desayunar. Una lenta montonera, remolona, de hermanos, amigos, primos. Leche recién ordeñada (con nata que removíamos con algo de asco, como una telaraña) con chocolate y azúcar, y ¿tostadas? de pan viejo, con manteca y azúcar o mermelada o miel. Pan comprado en la despensa, en el pueblo, mucho pan en una gran bolsa de cartón grueso, de harina. El pan no era casero (pero los escones sí) a pesar de que el horno se prestaba bien para cocinar: una gran cocina de hierro, que debía pesar lo que una ballena. Con la puertita para los leños (la leña abajo, amontonada en hileras). Las tapas concéntricas de las hornallas que se retiraban o se colocaban, con un gancho de alambre, para regular el fuego. La pava grande siempre caliente, lista, con el mate cerca, probablemente sobre la mesa de madera, al centro, robusta, pintada de verde viejo, verde hospital, verde de pueblo; y el papel adhesivo de cuadrillé a modo de mantel o decoro. Un único cajón, a un lado, que había que golpear y empujar para cerrar, con los cuadernos de recetas y, por supuesto, el enorme tomo de Doña Lola, enciclopédico, sin tapas, algunas hojas sueltas, el papel amarillo, seco; manchas de salsas, con comidas conocidas y repetidas o experimentadas sin éxito, muchas que nunca se llegaron a probar; preparadas por la robusta María, de pelo corto y eterna alegría. Con mi madre y alguna otra señora, amiga o tía, a veces, preparaban el menú como quien planifica una guerra, planeando cómo alimentar un batallón de exploradores que llegaban siempre cansados y famélicos de sus aventuras. Cómo alimentarlos y economizar los recursos era el desafío, entre mates dulces en el matecito de latón con asa, entre charlas de vida, de novedades familiares, de avances de telenovelas siesteras, chismes de pueblo, dietas y enfermedades, rezos, santos y muertos. Nosotros cayendo de improviso, alborotando, alegrando, desorganizando, contando agitados, y mamá poniendo orden, priorizando los baños, estableciendo mandados, mientras alguno de nosotros relataba las anécdotas del día a María que reía, que se prendía; a Beto, cuando llegaba con la leña, después de soltar los caballos, de guardar las monturas y hachar troncos en leños, que traía en carretilla, ayudado y acompañado por alguno, y apilaba algunos en los brazos tiernos de sus ayudantes de turno, y le daba uno o dos al pequeño que quería acarrear a la par pero sin la fuerza para hacerlo, y él se calzaba un atado sobre su brazo de campo y acomodaba todo bajo la cocina y metía uno o dos en el fuego y prendía el Particulares, y se acomodaba contra la ventana, apoyado en el codo, a mirar la escena, sereno y divertido, bajo su boina y su rala barba de días; a veces, apoyado, sacaba del bolsillo de la camisa el tabaco picado y los papelitos, y lo liaba con habilidad, sin filtro. Seguía la épica y él aceptaba el mate y miraba más de lo que hablaba, aunque cada tanto comentaba, y se reía mucho, mirándose cómplice con María; los chicos, al lado, en el patio interno de baldosas descoloridas, gastando las últimas energías en un picadito o guardando las cañas de caña, tanza, boya, plomo y anzuelo, en el cuarto sin luz que hacía de depósito; y el sol caía y María preparaba la comida y la alegría se transformaba en órdenes y de a poco nos escurríamos a bañarnos, atravesando el estar con su estufa grande como un ropero, corriendo sobre el piso de madera que crujía bajo nuestro apuro; y luego a hacer tiempo, quizás con una charla de verano con los grandes en la galería, quizás en el estar con una picada de queso y salame y Coca, quizás leyendo algún Billiken viejo, haciendo alguna palabra cruzada, jugando a las cartas—hasta el llamado a la comida, a devorar el pastel de papas, la polenta con queso y salchichas, alguna tarta, otras recetas que no recuerdo, entre chistes y algarabía (los chicos comíamos por separado), y después a la cama, a amontonarnos en cuartos con varias camas y colchones en el piso, a charlar la conversación interminable, hasta que llegara el sueño, cuando el ronroneo del motor hacía de la noche silencio, luego de hacer titilar las luces y, salvo alguna charla profunda de oscuras, el día seguía en sueños—salvo para mí, que encendía mi vela y agarraba el tomo rojo, colección Robin Hood, que estuviera leyendo en ese momento, y me iba con Sandokan al abordaje o volaba por el mundo con Verne o sobrevivía en la isla desierta con Crusoe o mezclaba todo en un sueño olvidado mientras la vida moría y yo y todos recuperábamos la energía, hasta que el albor del sol y el canto del gallo y las ganas de vivir volvía a poner la vida en acción.

Charla positivista

—No, no: así me va a salir un hijo santiagueño.
—No, bueno, che. Eso es muy prejuicioso. “Políticamente incorrecto.” No hay que estereotipar así, ¿viste como se ponen todos con esos temas?
—No, bueno, Claudio, estamos conversando nosotros dos, loco, ¿me vas a denunciar al Inadi acaso?
—No, no, obvio, obvio; digo, sólo digo, no te calentés.
—No, no, todo bien. No hay drama. ¿Vas este domingo a la cancha?
—No, che, no puedo. Hay un asado en lo de mi suegro y me comprometí—me comprometieron a ir.
—No te puedo creer, che, ¡qué cagada!
—No te das una idea. O sea, el viejo es piola, pero el resto de la familia…
—No, claro: hay que aguantarlos.
—No sabés como me joden con tener un hijo: están desesperados por un nieto.
—¿No quieren un hijo con Silvia?
—No, por ahora no. No tentemos apuro.
—No te podés dormir, ojo, que con la edad los muchachos pierden fuerzas y les cuesta más llegar.
—No, seguro. Yo ya estoy para atrás, igual, imaginate: no tengo pulmones ni para gritar a un taxi, no te digo los pebetes. Tendría que empezar el gimnasio.
—¿No ibas a arrancar con Hugo?
—No, ni en pedo. Lo tiré jodiendo nomás.
—No te lo bancás mucho, ¿no?
—No, bah, qué se yo. Me parece medio boludo. Un rato me lo fumo, pero tanto como para entrenar juntos…
—No, claro, obvio.
—¿No me traerías la cuentita, por favor?
—¡No! dejá, dejá, pago yo.
—No, pero ¿cómo se te ocurre?
—No, en serio te digo. Dejame invitarme. La próxima pagás vos.
—No, no, estás loco.
—No, ¡por favor!, en serio.
—No, che, vos ya me invitaste la última vez. Tomá, cobrame a mí. No le hagas caso a este boludo.
—¿No tendrá cambio? ¿un peso, por lo menos?
—No sé, che, me fijo.
—No hay billetes de dos pesos. Cada vez que hay inflación pasa lo mismo.
—No, ya sé: siempre lo mismo. ¿Cuándo vamos a aprender?
—No aprendemos nunca: siempre lo mismo.
—No, che, no tengo. No tengo nada de cambio.
—No importa, ahora busco.
—No se puede creer este país. Sólo acá pasa esto. Es una cosa de locos.
—¿No te molestaría acercarme unas cuadras? Tengo el auto en el taller y estoy a gamba. Un garrón.
—Noo, pero ¿cómo me va molestar, loco? No hay drama. ¿Volvés a la oficina?
—No, voy para tu lado. Tengo psicólogo.
—¡No me digas! ¿En serio me hablás? Guarda que esas minas te llenan la cabeza ¿eh?
—No, no, jaja. Me hace bien, bah qué se yo. Es un tipo igual: lo último que necesitaba es otra mujer diciéndome qué hacer.
—No, claro: para eso tenés a tu jermu.
—¡No seas culiado! Pero, sí—supongo. Es un poco hincha pelotas Silvia.
—No te calentés, che, te lo dije en joda. Es buena onda Silvia, pero viste como son las minas.
—No, ni hablar. Después dicen que nosotros somos todos iguales, ¿no?
—No, tal cual. Unas caraduras, eso es lo que son.
—¿No ibas a cambiar el auto?
—No, no lo cambié. Tenía ganás, pero viste como está todo…
—No hace falta que lo digas: está imposible, no se puede vivir.
—No, no se puede. Remar y remar: lo único que hacemos es remar.
—No queda otra.
—No sé cuándo vamos a enderezar. Estos políticos de mierda…
—No, che, el problema no son los políticos. Es la economía: la manejan siempre para el orto.
—No, ¿qué decís? Bah, sí. En realidad el problema son los políticos, la economía y un montón de cosas más.
—No hay solución.
—No.

El parto

Antes de estos eventos que siguen me recuerdo dormitando la siesta, feliz y seguro, cuando un grito excitado me indicó una novedad imprevista. Rompí la bolsa, dijo mi madre. Yo sólo sentí una brisa fresca en la nuca. Ella hablaba apurada, angustiada, con mi padre. “¿Agarraste el bolso? ¡Cerrá todo, apagá la tele!”

Su corazón latía tan fuerte que me provocó un dolor de cabeza, pero ¿qué podía hacer? Miré a mi alrededor, a la penumbra de mi entorno. Me sentí, pienso ahora, en la caverna de la alegoría platónica: atrapado entre la oscuridad reinante y la inminente posibilidad de una realidad desconocida. Carraspié mis dedos reflexionando (una mano enfrentada a la otra a la altura de mi pecho, las yemas de mis dedos rozándose apenas.) Esperando inquieto novedades. Sufriendo en silencio la brisa en mi crisma.

Sentía la tensión del movimiento a mi alrededor, pero en mi nicho estaba tranquilo. Es raro, pienso hoy, esa extraña espera en que un vivo aguarda su nacer. El pasivo actor de una obra ajena de la cual es protagonista. Personas cercanas y desconocidas se alborotan con la inevitable nueva. Inminente evento de naturalidad mágica y cotidiana. Llamados, cornetazos, insultos, apuros. Conversaciones de enérgica alegría; deseos y temores nuevos para primerizos. Un llamado al médico, unas palabras de calma. Yo, en tanto, en mi mundo. Sereno. Me excitó más mi primer día de escuela o mi primer beso que mi nacimiento, el evento de empezar a ser yo mismo. Lo único que lamenté en ese momento fue la pérdida del sueño.

A veces pienso cómo aún sin nacer, sin estar registrado, siendo indocumentado; aún sin ser ciudadano de mi patria, contribuí a su cultura de apatía improductiva. Mamando la sangre de mi madre (figurativamente hablando) y sin hacer nada de provecho. Eso sí: sin llorar; parte del cambalache pero compadrito: macho de ojos secos.

Respiro sereno ¿respiro ya? nunca se lo consulté al médico. ¿Estoy en el agua o se fue con la ruptura? No pude o no quise corroborarlo y ya no me acuerdo. Es intrascendente: no conocí a nadie que se pregunte qué pasa por dentro en la inminencia del parto. Es curioso como lo más importante es indiferente; sólo importa lo anecdótico.

De improviso el canal uterino se dilata. Lo siento porque percibo que caigo un centímetro. Es aterrador: preso boca abajo en una cueva oscura, paredes resbalosas, mi cabeza el tapón de un túnel cuyas paredes ceden. Con el susto agité las manos, torpe, sin control. Miré hacia arriba—hacia abajo—y contuve la respiración (¿respiro?) expectante, previendo otro deslizamiento. Por suerte todo quieto, inmóvil.

Entonces, músculos que no había conocido aprisionaron mi cráneo con un espasmo. Por una eternidad de unos segundos me sentí aplastado por el peso de la vida. Inerte, duro. La química adrenando por mis venas. El grito dolorido de mi madre ensordeciéndome, reverberando en la penumbra de mi pozo biológico. Después, la paz, liberado de vuelta. Mi madre respirando. “Una contractura.” “Ya llegamos, ya casi llegamos.” Yo temblando. Ciego por la migraña de mis sentidos histéricos.

¿Cómo explicar el doble temor a la muerte que siente el que todavía no nace? Muerte por presión muscular, muerte por caída vertical (y de cabeza) (en ese momento, por supuesto, no sabía qué tan grande podía ser el abismo.) Frágil, de espaldas al mundo, sin nada a qué aferrarme, dedos sin reflejos, bíceps como senos (tiernos), expuesto como una virgen en su primae noctis. Anhelando apenas un rato más de vida, de certeza, del calor orgánico de mi hogar.

Miro (o creo mirar) la soga de células vivas que me ata. ¿Aguantará? ¿Me dejará colgado, estaqueado boca arriba, sobre el vacío, ladeándome como un péndulo, un peso muerto movido por el viento? Encorvado, los ojos abiertos, asustados, y mis brazos nadando en el espacio como un perrito alzado sobre el agua.

Mi madre sigue dilatando; yo sigo cayendo. Los espasmos cada vez más seguidos. Mi mente la antítesis del intelecto: sólo sentimientos. Dolor y rechinar de encías. Lloro en silencio; mi boca seca, mi nariz aletea. Tengo frío, pero no abrigo. Respiro. Agito mis manos, panderetas inertes. Los pies ni los siento. Lo que siento son ganas de mear, pero no puedo.

Me gustaría rezar, pero no creo (en ese entonces no había sido bautizado todavía, ni había comenzado las clases de catecismo.) Pienso en el hit de REM, Losing my religion. No rezo, me aferro a la nada. Siento las paredes resbalosas, pegajosas, viscosas; inasibles, como la vida. Empiezo a entender, pero no entiendo qué.

Mi madre se recuesta. Yo me asiento en su pelvis. Mi espalda, mi costillar de vértebras, resbala en el mucus de su placenta. Mis manos aletean en el aire, cada vez más fresco. Estoy helado, no distingo si azul o blanco. No siento mi cuero cabelludo, pero percibo un resplandor que brota hacia mi norte, sur de mi madre. El temblor otra vez. El pulso de la vida que nace. El pulso de mi vida que nace—que sigue, que termina, pero que fundamentalmente comienza. Mi corazón late, acompasa el ritmo del de mi madre. Escucho una voz nueva: ya viene.

Contengo la respiración, la boca abierta, expectante. Cierro mis puños con fuerza, me meo, agito las piernas, abro los ojos y salgo.

Un taxi avanza despacio. Un joven maduro llama a su perro con un dejo de angustia y premonición. El caniche blanco baja a la calle. Es arrollado por el taxi. Queda recostado estirando sus patas como en un ataque de epilepsia. No aúlla: lanza un débil gruñido. El taxi se detiene; dos o tres transeúntes se detienen. En la parada, en la plaza, en la esquina, algunos miran. Todos callados, congelados, atentos. El hombre está compungido, pero no espantado. Sin dramatizar levanta al caniche con una mano. En la otra mano un celular. Vuelve a paso vivo por donde venía. El taxista parado lo mira. Ta todo bien, le dice el hombre. El taxi arranca muy despacio, inquieto por la posibilidad de retirarse sin insultos o llantos. Nadie dice nada; pocos todavía miran. El hombre se aleja. Cambia el semáforo. Cambian los autos, cambia la gente, vuelan los pájaros. La monotonía urbana engulle el pequeño drama entre su indiferencia.

inspiración oriental

comenzar hacia abajo

imperturbable
en meditación
un sauce

Ω

a contraluz
suave como nieve
llovizna

Ω

té tibio
el sol
invierno

Ω

insistente y abusiva
no para de besarme
esta mosca

Ω

mosca alusiva:
vuelves y vuelves
¿cuándo te irás?

Ω

talento
tan lento
aprendo

Ω

el absurdo
la intolerable comprensión
la vida

Ω

seré ninguno
luego de haber sido dos
y de haber sido uno

Ω

así como el hielo
se transforma en agua
así nace una flor

norteños

comenzar hacia abajo

Tinta limón en el norte

En estas tierras no hay aromas, no hay olores; lo único
que deleita al paladar es el polvo. No hay sonidos
montaña adentro: no es este valle de cantores. Esta
tierra es de sabios, de miradas profundas y palabras
escuetas, lentas. La expresión es el lastimero penar de
coplas.

Con todo el colorido que aportan las montañas y los
cielos, el suelo es árido en tonos y matices.
Predomina lo pardo y el polvo, el gris veteado en las
piedras y la tristeza tostada de la arenisca.

Flores se observan, vistosas y brillantes, en plantas
tan foráneas como las bodegas y los barrios cerrados
en que se plantan. Crecen por la voluntad y esfuerzo
del hombre, que se las ingenia para brotar agua nadie
sabe bien de dónde, pero profundo.

Las flores son un lujo para lo autóctono. El hombre las
ofrenda a sus muertos queridos y a las santas y
patronos que los protegen. La naturaleza las
escatima, las esconde entre espinas y frutos oscuros.
El regalo es para el ojo atento que tiene la paciencia
de apreciar lo efímero entre lo inmenso y absurdo.

Coquena es el protector de las llamas; el viento y la
montaña protegen las flores. Imposible acercarse sin
escalar escarpados caminos, contra un viento que se
esfuerza por disuadir y cotorras que chillan alarma.

Arranco una rama florecida que resiste con callado
sufrimiento. Hasta el viento se llama al silencio.
Contrario al ámbito urbano, es la soledad lo que me
pone en evidencia; nadie vigila, pero es innecesaria
una mirada para apreciar la grave falta. Nadie me
persigue, nadie me juzga; pero contrito me alejo con
un nudo en mi pecho.

§

BURGUITOS

me miraba desde unos ojos llenos
de arrugas, en una piel curtida por
la vida
tenía la sonrisa de un niño y la voz
áspera terrosa del viento de la Puna,
sus dedos eran martillos cubiertos
de arcilla, le faltaban tantos dientes
como sobran choclos en un locro,
de su nariz y oreja nacían historias,
hablaba como un sabio milenario
a ½ camino entre colla y castellano;
le entendía la mitad de lo que decía
cada palabra suya era una palmada
un abrazo
hablaba mucho y se reía sin prisa
sin malicia, como escucha una vieja
un cuento
me hacía preguntas imprevistas y
me miraba buscando empatía pero
comprendía—mi turbación, mi
ignorancia urbana, le daba gracia:
me palmeaba cariñoso la espalda
como sacude un temblor el suelo;
seguía luego una pausa, dilatábamos
una mirada
no nos entendíamos mucho aunque
no eran vocablos lo que nos nutría
charlábamos, incomunicados pero
en comunión—
nos despedíamos con un apretón
de manos, mirada firme, la mente
serena, vacía, tranquila, contenta;
él se alejaba despacio, marchando
con el paso plácido de un caballo
q manso moroso retorna al campo
tras una jornada ardua de trabajo
recortando el azul-anaranjado del
sol al ocaso, atravesando un túnel
hacia mis recuerdos, a mi pasado »

§

mar sin agua
estéril de fauna
flora de piedra
y tierra

§

peregrinos bajan los cerros
marchan despacio, cantan o rezan
avanzan hacia el pasado
unos
otros todavía no llegaron al presente
perdidos
en el tiempo
en el desierto
arena, cielo y piedra / tierra?
se los distingue por la humanidad
en la mirada
la sonrisa sin malicia
y el rostro cansado
trajinado

§

conté milenios en las arrugas de su rostro
sentí cuán concreta es la vida
con su palmada en mi espalda
nunca el plomo fue tan ligero
nunca la aspereza tan blanda

§

hoy arrebató la ciudad la calma del valle
un torrente inhumano, desangelado
se abatió la ciudad sobre el valle
un diluvio, un alud, un torrente
estrépito y fragor, atropello
destrucción y cambio
irrumpió hoy
la ciudad en el campo

§

el santo de rostro eterno
había llegado al pueblo de Encarnación
llamado por el soplo del espíritu
era el tiempo de la elección
milagros no ofrecía
pero era fecundo en profecías
tierras de salvación
nuevos caminos al centro
y rancherías de yeso, vidrio y concreto
sólo con colocar un papelito
en la boca de la limosna
apostólica Señora de la Nación

humanos

comenzar hacia abajo

voy abriendo puertas
pensé
parado frente a una automática
que cerró un instante después

§

Intento seducir a la vida en un tango, pero ella sabe mejor que yo los pasos y me corta el rostro cada vez que le hablo. Mira para otro lado—pero no me suelta: sigue bailando. Y yo trato de aprender y marcarle el paso, pero me esquiva con imprevistos reveses y contrapasos, característicos de su ritmo. Y me río, y me enojo y discutimos, pero no hay caso. La busco y se escapa. Le marco el paso y me cambia el tema. Y se ríe, con una media sonrisa, irónica, burlona. Y me mira, y veo el abismo. La busco y se escapa. Me resigno, me enojo y aflojo, pero se acerca y me seduce al oído, un susurro suave como una caricia, ininteligible, pero cargado de sentido. Su mano me acaricia, apenas. Me resisto, le conozco el juego. Y sonríe, y mira mi anhelo, me susurra y pasa su mano por mi pelo, y mi pelo se eriza, adrenalina en mis venas, furia en mis ojos, mi cara impasible, el gesto serio, el rostro indiferente. Me mira seria, con falsa cara de arrepentida y apoya su mano en mi hombro
y arrancamos de nuevo

§

lengua danzarina, equilibrista
lengua pulposa, tentacular

lengua que busca escapar
de su placenta
de su mar

lengua que relame
que investiga cavidades
que descubre—y turba
o inquieta o agita—o
es tre me ce

lengua que se desliza
atenta lamiendo
un helado
una piel

lengua que saborea, que esparce
acomoda, desmenuza, mixtura

lengua elástica, lengua atleta
lengua flexible y discreta

lengua que gusta de duelos
asedios, enredos y embrollos
lengua de arrebato y frenesí
lengua que lubrica
que deleita
se estira y se tensa
se resigna, descansa
y saborea
labios suntuosos, resbalosos

lengua que da forma a sonidos
lengua que incita gemidos
lengua que deja pasar suspiros
chamuyos, murmullos, susurros
discretas confidencias

lengua que tantea, que explora
lengua picarona
lengua pecadora
lengua peligrosa

lengua al acecho
mojada, lengua bañada
lengua que horada—
y penetra

lengua serpiente, lengua iguana
lengua como llama
de carne

lengua infatigable
lengua que recorrió leguas
de llanuras y montes, estepas
lengua resbalosa, inasible
lengua gitanalengua
percanta

lengua insatisfecha
irresistible, incendiada
lengua que engendra mitos
y cizañas

lengua motor de temblores
lengua
que

des arma

§

la luz del sol me miró
sin entender lo que hacía
desde su impasiva naturalidad

§

me sorprendió inesperada
una invasión mongola
Gengis Khan y mi pena
soberanos, al galope, sobre la estepa
una montonera sin tregua
salvajes, helados
nada queda tras la quema
gritos, alaridos, dolor profundo
desazón
humo gris sobre el fuego
de mi corazón

§

llego a la soledad de mi depto
a la quietud del vacío
del silencio
al desorden en penumbras
a los platos sucios de ayer

pongo música suave
no tengo estómago para melodías alegres
miro a la tarde apelmazada
el uniforme cemento que me rodea

hay algo acogedor en lo orgánico
una compañía
un consuelo
impermeabilizamos
sellamos
aislamos
para que nuestro cuerpo se preserve mejor
pero somos un abanico de sensores
que no pueden dejar de buscar
de percibir
llamamos felicidad a lo que son
estímulos satisfechos
una charla, una comida
una copa de vino,
una caricia
un paisaje
un sonido

aislados y regulados
variedad de sentidos es lo que precisamos
si abro la ventana
y entra el aire frío
y el ladrido de un perro aburrido
y unos pájaros cantan
y un auto pasa
y me pongo un abrigo
y me acurruco en el frío
estoy más incómodo, molesto
pero me siento mejor

§

un orgasmo: experiencia común y desemejante. el techo del placer humano, el techo químico, sensitivo. la realización con el universo. placer sin cerebro-consciente; sólo sintiente. un instante en un instante. un salvataje un anhelo, una esperanza un deseo. validar la vida por un momento, sin sufrimiento. acompañados podemos mirarnos, empatizamos—pero el placer es egoísta: sólo lo sentimos nosotros
no sabemos lo que sienten los otros. quizás no sea lo mismo. si no hay dos cuerpos iguales, dos mentes semejantes, ¿por qué habría de haber dos orgasmos idénticos? ¿cómo conocer las diferencias? ¿cómo describir lo que sentimos? nuestro propio cerebro aturdido por el fenómeno. un placentero recuerdo apenas superado el lapso. grato pero incomparable. quizás irrepetible. por lo menos no idéntico. un orgasmo: el comienzo de la vida. creadores a imagen y semejanza. sentir placer para incentivar la vida. dominarla. sentir placer para tolerarla.

§

no sé qué más hacer
o aprender
ya no sé cómo más entretener
o distraer
cómo apagar el sentido, el ruido

ya no sé cómo parar
el tallo que crece
el brote que germina
me duele la corona de espinas

§

tengo un niño en mi hemisferio
el izquierdo
un niño inquieto, inseguro y disperso
volátil
como la pluma al viento de Verdi

se serena con una caricia
se desespera con un silencio
ríe libre al sentirse contenido
y se exaspera abrumado ante un día de nubes

opuesto es su hermano derecho
maduro, estable; pacífico, agradable
como un monje sabio, un eremita
como la aparición del sol temprano a la mañana

se llevan tan bien como el sol con la lluvia
como un día radiante y una tormenta
la razón siempre en su sitio
la emoción tapando y mojándolo todo
la razón secando el diluvio
la emoción tronando y relampagueando a lo lejos
la razón consolando y llevando certeza
la emoción nutriendo y cambiando

§

la melancolía después de la siesta
en el sillón, en la sala helada
en la penumbra del otoño
gris cuando todavía no anocheció
el silencio de estar solo
aturdido por el sopor del sueño alcohólico
el vacío redescubierto por la mente que despierta
sin acomodar todavía las fantasías
que hacen llevadero el día
quieto como en un ataúd
con la noche cayendo como paladas de tierra
el alma perdida en el purgatorio
con la voluntad desenergizada, abúlica
sólo la biología, el hambre
sacude el ánimo lo suficiente
para levantar una pierna, elevar el torso
apaciguar un rato el mareo
mirar abstracto, suspirar
y engranar la rutina

§

complot infame
yo y mi ego
un ridículo duelo
atino sin blanco
yerro, se ríe
lo miro, me apunta
dispara y caigo
un nuevo tropiezo
reconozco la piedra
lloro, él ríe

§

miedo y frío
frío y soledad
soledad y pena
pena y ganas de llorar

§

¿por qué aparecen en mis sueños
bisontes, dromedarios y mirlos?
junto a bellotas de inviernos
ajenos
separar lo sutil de lo grueso
levantar paredes de terracota
con el pudor de un semblante terso
bufidos salen de mi cuerpo estaqueado
atado en la libertad de una pesadilla
fiebre de mi inconsciencia
una atmósfera sudorosa rodea mi cuerpo
celeste
aterido de frío, en agonía
el follaje de una gallina
estertores y letanías
y la inevitable quimera
de continuar otro día

naturales

comenzar hacia abajo

quemado y atado
cercenado, desmembrado
recluido en una cárcel de cemento
¡bruto! ¡terco!
¿por qué insistes en brotar?

§

Soy una brizna de pasto. Percibo el amanecer. Percibo el rocío que se derrite y me baña con suavidad. Percibo al dios viento. Hago una reverencia a su poder. Percibo la luz. Percibo la tibieza. Percibo el calor.
Hago una reverencia. Me estiro. Percibo el calor. Percibo la luz. Percibo el calor. Hago una reverencia. Percibo la tibieza. Percibo la falta de calor. Percibo la ausencia de energía. Hago una reverencia. Dejo de percibir. Permanezco quieta.

Soy una flor. Hoy decidí dejar de luchar y abrir mi puño. Recibir con mis dedos abiertos la invasion animal. Correr el riesgo del cercenamiento. Hoy decidí mi derrota. Mi palma extendida exuda sudor. El aroma de mi batalla.
Hoy mis óvulos vuelan. Se van a procrear hijos que no voy a conocer. ¿Dónde estas mi amado? ¿Dónde, que no te puedo ver?
La tristeza consume mi mano y la dejo caer. Uno por uno caen mis dedos secos. Habrán de pasar doce lunas para que vuelva a creer.

Soy un árbol. Mucha vida he visto correr. Con cada sol me desplazo leve. Nada calma mi curiosidad. Me estiro en todos los ángulos. Me elevo y me afirmo en el suelo. Todo quiero ver.
Por épocas lloro mis ojos opacos. Hay momentos en que nada mas quiero ver. Ojo por ojo rechino y tiemblo. Menos quiero ver. Agradezco por fin el quedar ciego. Agradezco simplemente ser.
Entonces me aburro. Me preocupo por lo que me pierdo. Arrugo mi piel. Me siento viejo, me siento desnudo. Quiero volver a ver.
Me sonrío de mi infantil picardía. Me rio de mi insaciable ser. Es tan entretenida la vida, ¡hay tanto para beber! Abro verde un ojo liso. Y abro otro y no paro de ver. Cuatro millones de ojos que no alcanzan a saciar mi sed. Me estiro levemente. Sin parar quiero crecer.

filosóficos

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La empatía es una habilidad difícil de desarrollar. Requiere imaginarnos en el lugar del otro. Usar el cúmulo de nuestras experiencias para intentar armar una sensación que simule lo que el otro vive. ¿Cómo diseñar la compleja y personal percepción sensoria que otro vivencia? Requiere esfuerzo, concentración y voluntad—y, aún con nuestro mejor empeño, podemos esperar un resultado pobre, impreciso e imposible de corroborar.

De chico, en el campo familiar, la luz surgía de un motor. Bajaba el sol y, cuando los mayores acordaban, Beto encendía el motor, que despertaba entre secos resoplidos de locomotora. Entre el olor a nafta y a aceite, la combustión producía energía que vías eléctricas llevaban a bombillas—y había luz. Luz que duraba hasta que, después de cenar, después de jugar a las cartas, después de despedirnos; retornaba Beto al cuarto del motor y con un movimiento físico sobre un interruptor devolvía la calma y la oscuridad a la vida. Se iba la luz, se iba el traqueteo combustivo y se iba Beto guiado por una linterna.

La vida volvía a su larga era pre científica, las mentes a desarrollar fantasías surreales y yo—para mí era el momento de encender una o dos velas y viajar.

En la quietud de la casa, la paciente decodificación en mi mente de un abecedario de signos me llevaba a revivir la ventura de piratas; a volar por el mundo en globo, a naufragar y sobrevivir en una isla desierta, a lidiar con y huir de gigantes. Mundos y acciones inexistentes inventados a la misma luz que la de mis velas. Garabatos impresos y encuadernados en oscuros cuartos iluminados a vela. Los piratas mismos, bebían su grog bajo velas; los monjes que redescubrieron y copiaron el antiguo conocimiento, los sabios que inventaron ese saber. Generación tras generación hasta los rústicos nómades que inscribían los primeros palotes de la historia en cuevas oscuras bajo la protección de rústicas velas.

Escribo esto a la luz de dos velas, por la elección de una voluntad empática. Aprecio la pobre luminosidad de las llamas oscilantes. Aprecio el calor vivo de la energía lumínica por la cercanía; la intimidad acogedora de sombras alrededor de la pequeña esfera de claridad. Aprecio la serenidad que transmite, lo tenue y crepuscular de la luz. Aprecio lo que todos antes de mi apreciaron con sus sentidos: el calor, el color, el movimiento del fuego; pero, ¿cómo aprehender lo que sentían, pensaban, entendían? ¿Cómo limitar mi horizonte a la neblina de sus saberes más pequeños? ¿Cómo aceptar como real lo que eran hechos y son hoy para mí mitologías y metafísicas, leyendas y cuentos?

Mirar la luna y ver un dios. Mirar la luna y ver una de varias esferas concéntricas. Mirar la luna y fantasear con un viaje imposible. Mirar la luna y saber que hombres la pisaron y dejaron sus huellas; saber que está cubierta de polvo y que su cielo es negro; saber que es un punto insignificante en el abismo. Sé todo eso–pero veo lo mismo: el romance de la poesía, la duda de las preguntas, el consuelo de lo inmediato, el misterio de lo que existe.

Sé hoy distinto de los que me precedieron. Percibo y entiendo otra realidad. Aprecio desde otro lugar y contexto. Pero ¿qué aprecio y qué entiendo, qué tan distinto soy? Me pregunto y comprendo hoy lo mismo que cuestionaron y descifraron todos los que me precedieron.

§

¿se pregunta acaso una flor
por qué el mundo es como es
qué será lo que vendrá?

¿deja de brindar su belleza
porque al cabo de unos días
la asesina el otoño?

¿llora de pena y desespera
porque un monstruo ambicioso
la arranca del cabo?

¿dejan de germinar las semillas
porque caen en terreno infértil
o las agobian las malezas?

¿acaso no echan los árboles
raíces en la oscuridad?

§

¿en dónde quedaron los mitos?

shrek!

brujas que no asustan
hadas que no despiertan la fe
duendes reñidos con la ciencia
príncipes y princesas destronados
obsoletas flechas de amor
dragones sin fuego, sin lago
gatos descalzos
y otros cuentos que olvidé
perdidos en los libros
que nadie lee

§

la inmensidad del cosmos
desde la pequeñez de mi ser en él
sólo veo una página
un plano delgado
a modo de TV
un pequeño truco lo hace 3D
la inmensidad es un marco
de 20x30 con foco en muy poco
un cine de acción
con infinitos personajes
que entran y salen
con decorados dinámicos
profundos
y retazos de diálogos
un nudo dramático sin libreto
que el azar desenvuelve
ante un pasivo espectador
que por momentos siente
que lo controla todo

§

paso la escoba
sobre el polvo acumulado
en mi casa

polvo quizás con rastros
de lo que alguna vez
quizás fue
Atahualpa, Güemes o Perón

polvo hoy, arena de lo cotidiano
átomos quizás
no hace tanto
fueron parte de héroes
que derrotaron villanos
fueron arquitectos de imperios
reinas fecundas y sensuales
átomos que hoy no son más
que despojos

que barro a la pala
y desecho sin contemplar
su potencial historia de gloria
su pasado trascendental

§

eras temporales infinitesimales
no existe el tiempo, es todo
un continuo, fluyente momento
mientras nos mantenemos presentes;
ausentes, el tiempo se crea, aparece
forma viajes al pasado, inventa
futuros posibles

la vida pasa, yo sentado en mi casa
mi cuerpo descansa, mi mente divaga
¿es esto un sueño virtual? ¿es la vida
concreta?
todo acontece en la mente
distintos canales, variadas experiencias
la locura de la cordura separada
por la confusión de un instante

creemos en lo que desconocemos
desconfiamos de lo que vemos
como nos enseñó la ciencia
¿qué es el mundo moderno sino un cuento?
una fantasía a un tris del desastre
una civilización que juega a ser la reina
obra de mentes inquietas
coqueta materia, migaja estelar

§

los años se desenvuelven
como una hilera de hormigas
cada una su propio individuo
algunos pasan acelerados, cargados
algunos parecen perdidos, buscando algo
muchos pasan en fila, sin más aventura
que la monotonía y la rutina

§

los primeros primitivos
junto al fuego, rodeados de nieve
rememorando el día
balbuceando tosco
un proto lenguaje
en el intento de doblegar
el azaroso desarrollo
biológico, evolutivo
la ansiedad de la súper
vivencia
experiencia inmediata
sin realidad más allá de lo obvio
sin libros ni imaginación
y su desarrollo
con sus cuerpos peludos
y ojos de simio
en el árido hogar-refugio
de una ténebre cueva
de piedra
apenas un instante
que hoy llamamos edad
simples humanezcos
de los que venimos
pacientes perseverantes
trasladando la naturaleza
tallando el futuro
en lentos imperceptibles movimientos
arquitectos de Stonehenge
y estatuas de Pascua
gramáticos de la lengua
que hoy nos permite
recordarlos

§

¿por qué será
que la arena que cae en el reloj
o las agujas que circulan
provocan una aprehensión
que el ciclo del sol no?

¿por qué una casa deshabitada
llena de atesorados recuerdos
en la desolación entristece
pero la más árida de las llanuras no?

§

el tiempo fluye
es un manantial
fresco, veloz
transparente
helado

§

dudamos si andamos
por el sendero correcto
el sendero es correcto
el trayecto no es recto
no hay destinos ni únicos caminos
sólo opciones y algunos indicios
experimentar es el derrotero
y el misterio lo que le da sentido
la suerte que es grela
es el caos contra el que luchamos
la vida no es otra cosa
que perseverar hasta la última derrota

culturarg

comenzar hacia abajo

"Serás lo que debas ser, si no no serás nada."

José de San Martín

—bueno, no, eso no; no, eso tampoco; no no no, eso no te conviene; no, ¿para qué vas a hacer eso?; ¿qué hiciste? ¿ves cómo sos?; ¿PARA QUÉ HACÉS ESO? ¿SOS TONTO?; ¡te dije que no lo hicieras!, no lo vuelvas a hacer, ¿me entendiste?; ¿te pensás que podés hacer lo que quieras? no podés hacer todo lo que se te antoja, ¿quién te creés que sos?

§

No pasa nada, estoy tranquilo:
tomo aspirinas y hepatalgina
hago yoga y medito
corro y voy al gimnasio
tengo un grupo de apoyo,
hago terapia todas las semanas
confieso malos pensamientos y leo la Biblia,
hago jiu-jitsu y aikido
toco la guitarra oliendo sahumerios,
hice un curso sobre conciencia plena
me relajo en el jacuzzi todos los viernes,
mi médico chino me da unos yuyos
fumo puchos y también de los otros

así que nada
estoy tranquilo: te juro
muy tranqui
en serio
nada
nada pasa ¿eh?
re-tranqui estoy
tranca, tranca
posta
te lo juro
en serio
nada de nada
nada
nada

Ahhhhhhh…

§

resultó ponedora:
puso dos pesos y un rosario
pero prodigó ocho hijos—
todos unos santos

§

¿qué es el esnobismo
sino la misma cotidianeidad
con otro dinero?

§

un horror: cada calabacín tres pesos

§

ritmos africanos
cajón peruano
bongó centroamericano
rastas caribeñas
jogin de bandera jamaiquina
marihuana boliviana
insignias rusas
ideas francesas y alemanas
zapatillas diseñadas en los Estados Unidos
ideal

nacional

§

la verdad
está en nuestro genio, argentos
maravilla evolutiva: cultos por ósmosis
el ojo de shiva lo inventamos nosotros
vamos a dominar el mundo—
cuando terminemos el asado
y se acabe el tinto
después de una buena siesta
y alguna ligera merienda
con charla de sobremesa

§

urbanos

comenzar hacia abajo

hoy la pintura de mi pared decidió ser cerro
llenarse de aire y elevarse
separada del revoque tres centímetros
indolente a mi presupuesto
una meseta de vieja pintura blanca
con un boquete donde asenté mi mano
para evaluar el costo
surgida imperceptible en la noche
como un nuevo río tras la tormenta
o la sorpresa de amigos que creí perdidos
para elevar mis gastos
para arruinar mi vida
al menos por un día

§

me siento en los escalones de un boliche cerrado, sin uso. huelo a meo. una mancha en el piso. alguien pasó la noche. mojó la cama.

pasa una mina rubia. huele a perfume. me mira—

espantada. ¿serán los días de mi barba? ¿será el hedor a meo? la vida sigue

divina. apenas un olor a meo en el camino. y un tipo sentado que mira apesadumbrado. qué raro:

escribe.

¿será poeta? ¿será un hippie? no mira. qué raro. sigamos de largo.

un perro me olfatea. chiquito, curioso. la dueña olfatea—

otra cosa. tira de la correa. el perro sigue su camino. menea la cola. está alegre. pasea con su dueña

de la correa.

pasa un cartonero. un chico joven. empuja su carro. lona y cartones. no se fija en nadie. indiferente—

la gente.

tres mujeres me miran. se miran y sonríen. curiosas. son jóvenes. al chico que empuja el carro no lo miran. qué raro: es flaco y atlético, tiene carro. no tiene papeles. sólo cartón y basura.

la basura que vale es la que cuesta.

una chiquita juega en el cochecito. me mira. saluda. inocente—

pero bien educada.

§

Tantas miradas gachas

tantas miradas estresadas
tantas miradas afiebradas
aturdidas
confundidas
afligidas

tantas miradas tan tristes
y tantas otras miradas

miradas duras
miradas ansiosas
miradas que buscan
miradas que esquivan
miradas vacías
miradas de envidia
miradas sarcásticas
desvergonzadas

miradas indiferentes, fijas al frente
miradas sin esperanza
alguna desesperada

miradas prejuiciosas
miradas lujuriosas
miradas ruines
miradas felices

pocas
miradas felices, pocas

§

palomos ronronean seduciendo
hojas caen con un suave crujido sobre el cemento
el viento acaricia cosquilloso mi piel
gritos y risas lejanas de niños
el alegre ladrido de un perro que explora
el murmullo uniforme de autos distantes
el mullido arrullo de los árboles
el pasto verde, sereno, fresco
metales impasibles absorbiendo el calor del sol
el cemento gris y tibio
remoto, un locutor anima un evento popular
una abeja zigzaguea inmune al miedo que genera

§

borracho y loco
camina solo
gesticula, insulta
la mirada perdida
los ojos vidriosos
piel curtida, carne
consumida
la calle es su casa
yo uno de tantos
invitados descorteces
que invaden, no saludan
desconfían del dueño
que mira iracundo
como diciendo:
esta es mi casa
esta es mi cama
aquel, mi baño
allí desayuno
y sobre esta banca
lloro

§

sentado en el bulevar
disfruto del sol de media tarde
leo
un hombre joven, de mi edad
quemado por el sol
ropa gastada, polvorienta
un hálito a alcohol transpirado
me da la mano
desconfío
receloso la estiro
ignora mi suspicacia
mira el libro en mi mano
me lo pide prestado
¿para qué querés leer?
le pregunto, irónico
para sentirme bien
dice y me lo devuelve

§

un árbol es potencial de papel
abundan riquezas entre las piedras
el agua riega la vida

pero ¿qué hace un hombre
sin valor para la economía?

experimentales

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La riqueza de los materiales

Es interesante la idea de los materiales y su asociación con la riqueza. El arte povera, es decir, el arte que utiliza materiales “pobres”. El mundo moderno y sus materiales “ricos”. El industrialismo transformador y su exclusión, no sólo de personas pero de materiales.

La naturaleza y sus materias “primas” perdieron relevancia en el tiempo a manos de la industria humana y su materias “elaboradas”. Lo “natural” y orgánico fue reemplazado por lo sintético, por la síntesis analítica de la ciencia y sus aplicaciones pragmáticas.

¿Es una madera cortada, pulida y trabajada menos “natural” que un tronco caído? ¿Pierde su condición orgánica si le aplicamos una capa de barniz o un laqueado? ¿Existe una jerarquía entre una madera y un plástico? ¿No se originan acaso del mismo polvo intergaláctico agrupado de distinta manera?

Es irónico cómo se dignifica con la apreciación de nobles a lo que hoy consideramos como materiales “pobres”. ¿Será que la aristocracia natural, como la humana, cayó bajo su propio conservadurismo para permanecer, como un cuadro clásico, recargado, romántico y guardado, con un halo de nostalgia, recuerdo de un mundo que ya no es? ¿Será que nuestra mente primate, tan cortesana y anclada en sus formas, anhela volver a sus raíces animales?

Una idea central que abrió las puertas al iluminismo fue la desacralización de la naturaleza. Desprovista de su carácter divino, lo mismo que el rey, nos permitió utilizarla, explorarla y aprovecharla humanamente: con curiosidad, ambición y avaricia. La democracia y el capitalismo son a la monarquía y el feudalismo lo que el plástico y el metal son a la madera y la arcilla.

Los materiales naturales son pobres. Es una realidad económica. Es más fácil producir más plástico que más árboles. Requiere menos tiempo, menos esfuerzo y nos ofrece más flexibilidad, más versatilidad.

Las miradas románticas son idealistas por naturaleza: como enamorados, ven sólo lo positivo, lo deseable, lo agradable. La madera es noble, pero es más democrático encender una estufa a gas, que talar y hachar un árbol para hacer fuego—ni hablar del humo. ¿Tiene el gas el encanto visual de una llama, el aroma de la madera que se quema, el calor intermitente que se intercala con bocanadas de frío?

La democracia iguala: las personas con los derechos, las sensaciones con el control. El rey y el plebeyo son tan promedio como el aire acondicionado. La diversidad que antes otorgaba la jerarquía económica o política hoy la ofrece la creatividad humana. No hace falta ser rey para vestir de púrpura o ser extravagante. No por ser económicamente inviables los Versalles construimos hoy pirámides menos dignas.

No es menos natural el papel celofán que una flor—somos todos átomos del mismo uno-verso.

§

La jerarquía de los materiales

La jerarquía de los materiales

La jerarquía de los materiales

La jerarquía de los materiales

§

Recetario

Charqui pachamameño

Ingredientes
una taza de acullico seco sin desmenuzar
2 kg de guanaco poeta
3 docena de churqui churito
1 cardón del milagro
medio poncho salteño sin fleco

Preparación
machaque tre tortilla y un boio. crepite sobre laja tratada con anterioridá con el ají de lo valle. agregue una esperanza zambada (tradicional grupo de cuatro, bombo legüero) y procese en el misachico, dó minutito nomá. incorpore quirquincho confitado y salame de cabra. pique finito a cuchillo pero no muy pequeño, agregando de a poco tomillo. meta hái en el coso ese que va con el cosito del comué. coseche y siembre tre vece sin amasar con lo dedo. condimente con un escupitajo de guanaco machao (con permiso de Coquena), tiza blanca de escuela y una brizna de cabello de santo. envuelvaló con chala de tabaco seco y lleve al horno de adobe lo que dura un vaso de chicha. encomiende a güemes, engalane con flor del ceibo (flor nacional) y sirva envuelto en guardamonte de quesillo.

Torta bautismal

Ingredientes
50 horas de catequesis
3 sacramentos
1 báculo
1 casulla
dos cuaresmas

Preparación
bailar el escapulario hasta que quede cáliz, testamentar y rebozar con ceniza de pascua. batir agua bendita hasta el punto imprimatur. agregar la condena y 4 santos beatificados (picados). llevar de retiro espiritual cuatro días y cuando rompa fervor comulgar rezando un avemaría (sin pecado concebida.) pasar por el papamóvil una lágrima sangrante y llagas de tormento; nihil obstat, orar media docena de parábolas y un apocalipsis. crucificar con clavo de olor y meter a la pira hasta que quede mártir. servir en un confesionario previamente confirmado. decorar con un arbolito de navidad y pasto para los reyes.

Rosca Democrática

Ingredientes
1 lista sábana
8 candidatos testimoniales
3 escándalos
1 denuncia por corrupción
1 denuncia por calumnias e injurias

Preparación
cortar la cinta del choripan. incorporar a una olla de locro popular, eximiendo del pago del peaje. batir fuerte hasta que corte el tránsito. amasar el plan de cuotas. estirar hasta regularizar la deuda de rentas. pasar por la urna y ensobrar hasta que termine el conteo. demorar la obra hasta que triplique el presupuesto. apagar cuando estalle la bronca. anunciar de madrugada. comunicar el parte de prensa y espolvorear con promesas y falsos besos y sonrisas. opcional: acompañar con cartones o tiritas de naylon. rinde seis elecciones.

La palabra presente

Libro La palabra presente comenzar hacia abajo

Títulos míos en esta colección

El presente y su relación con Proust

Es interesante la relación que existe entre el presente y el flujo del tiempo. El presente es una huella que no termina de formarse, de establecerse. Es, a la vez, un instante y el tiempo absoluto.

El cambio aleatorio en el universo nos da la idea de movimiento, que es una forma de interpretar el tiempo: algo pasó que cambió esto de aquí para allá. A la vez, en cada instante, todo está quieto.

El cine vale como analogía: una serie de instantáneas que, concatenadas, simulan movimiento, el paso del tiempo. Entre un fotograma y otro se pierden enormes detalles infinitesimales; así como nuestra memoria almacena apenas vagos, borrosos momentos de escenas.

Existe una tensión entre tiempo y atención. Es como si al actuar, al generar movimiento, el tiempo se acelerara y el detalle desapareciera. Como cuando miramos por la ventana del auto en aceleración y todo el detalle inmediato se funde en un continuo indistinguible.

Miramos atrás, pasaron diez años, ¿qué hicimos? nos preguntamos, y nos lanzamos en busca del tiempo perdido.

El paso del tiempo se produce cuando atendemos a sucesos y movimientos en desmedro de sus detalles; la atención es la percepción del detalle, en desmedro de su cambio y evolución.

Pocos sucesos hay más fascinantes en la experiencia humana que la inabarcable extensión de los pormenores. Basta olvidar el tiempo y su paso, la mente y sus fantasías, la vida y sus necesidades, para embelesarnos en la minúscula sublime especificidad del detalle.

Cuando concentramos nuestra atención en lo inmediato, el tiempo se desacelera hasta desaparecer. Como si estuviéramos aislados, excluidos, de su paso. Incluso en el leve andar de una hormiga percibimos un movimiento atemporal.

El tiempo es movimiento. Es el movimiento del sol cuando se esconde; son las ondas vibratorias de los ruidos que llegan a nuestros oídos; es el peso de nuestro cuerpo contra la silla. El presente es una singularidad en la frontera entre el tiempo y la atención, entre el movimiento y la quietud, entre el detalle y la inmensidad. La libertad es nuestra de elegir qué lado particular queremos atender.

§

Espuma

espuma

la de la pacífica monotonía del mar

la del jabón en la bañera llena

la del agua que hierve sobre la yerba

la de la lluvia que percute sobre el asfalto

la del viejo cansado del esfuerzo de hablar

la de la cascada sin bañantes

la de la rabia

 

Espuma

mis pies mojados
varados en la arena
mis pies lavados

acaricio el recuerdo
una caricia de aire
húmeda y
frágil
estalla

mis pies desnudos
la casa está helada
la espuma en mis manos
las ventanas empañadas
el mar en mis temblores
el espejo calla
el tiempo

§

Las olas

Las olas rompen suave contra la pared. El silencio es pacífico, orgánico, imperturbado. Corre una brisa. Pasó la tormenta con sus vientos acelerados. El cielo sigue gris y todavía llueve, sostenido, pero suave. Por momentos el cielo se abre y parece que tengo una esperanza de futuro. A veces se despeja de noche y entretengo el insomnio con la búsqueda de figuras en las estrellas.

Tenías razón, pero no te hice caso. Siempre fui orgulloso. También rutinario. Sabés que mis hábitos eran orden y fundamento de mi encierro. Sabés que mi destierro fue el acto desesperado de los que desencajados nos cansamos de luchar. Fue cobarde dejarte; fue también inevitable: sabés que tu crítica más asidua fue a mi falta de carácter.

Huí para aferrarme a mis rutinas, mi esperanza de condenado. Sin compromisos ni visitas pude regodearme de libre monotonía. Sé que soy esclavo, pero la liberta es demasiado compleja y dinámica para mi mente analítica. Nada le falta al que a nada aspira.

 

Se acerca ahora el cadalso. Mi vida tiene un resto finito, definido. No te hice caso, ya no podía. Los alertas metereológicos que me mandaste me semejaron una publicidad de un mundo distante, ajeno. Sabía el riesgo que corría. Quizás quería correrlo, como una suave, buscada eutanasia para espíritus débiles.

Insististe vanamente con súplicas en la procura de rescatarme. ¿Rescatar a quién, de qué, y—para qué? Tu vida me es ajena. Me falta valor para compartir penas y alegrías. ¿Cuál es el sentido de esforzarnos por sobrevivir si la esperanza es nula y el final certero? Soy débil, lo sabés: siempre lo fui. Cobarde, también—pero no temo lo que se avecina. Es la paz del condenado: la filosófica aceptación de la realidad del que sabe fútiles anhelos y deseos.

Temí, sí, durante la tormenta. Sentí la ira natural doblegar mi ego. Me vi humillado en mi pequeñez, zarandeado por truenos, insignificante ante la refulgurante energía de los rayos. Me acepté como uno de los pecadores de la época de Noé. Entendí el cinismo de mi ateísmo con la persistente crecida de las aguas.

¿Sabés? La ceguera nocturna durante el desvelo en una noche sin estrellas no trae sosiego, no calma la ansiedad; no mitiga la resignada desesperación. La tierra que cruje y azota, el agua que cachetea las paredes y atiza el temor, el frío que aprieta y penetra, la impregnante humedad abrumadora, el continuo fragor que no calla—jamás pensé al infierno como una tormenta. A punto estuve de reconciliarme con Él, tal mi ánimo desesperado; a punto estuve de suplicar, aturdido por lo natural; pero nada parece tan poderoso como para socavar mi orgullo.

Temí profundo mientras duró la tormenta. Me arrepentí de ignorar tus súplicas, de reírme para mí mismo de tus preocupaciones y argumentos. Todo pasa, sin embargo, y pasó la tormenta y con su paso llegó la calma.

El agua tornó en caricia arrullante. Frío pero agotado, dormí un tiempo incalculable. Desperté acompañado por el sutil traqueteo de una llovizna. Por primera vez en mi vida permanecí inmóvil y apreciativo. La parsimonia natural acompasó mi vida. Lloré, sin emoción, sin alegría. MIs lágrimas apareando las gotas que caían. De cara al abismo, en la oscuridad, con el temblor del frío, aprecié la esterilidad de la vida—y me sonreí: al fin pude entender.

§

¿Qué somos?

Si un árbol cae en un bosque sin presencia humana,
¿hace ruido?

Somos como nos definimos. Somos, aun sin definición. Somos, aún si no sabemos que somos. Somos. Punto.

 

Es muy común, en nuestra simpleza de primates egocéntricos, imaginar que lo que pensamos es lo que es. Es parte de nuestra apreciación antropocéntrica. Descubrimos y describimos lo que existe y nos decimos satisfechos: es así. Asumimos que nuestra comprensión define a la realidad. La real-idad, sin embargo, es que lo único que definimos es nuestra comprensión, nuestro conocimiento.

La realidad está compuesta por átomos. Incorrecto.
Nuestra concepción de la realidad es que está compuesta por átomos. Correcto.

El elemento crucial del método científico no es la generación de experimentos; es su contrastación. Necesitamos que otros los repliquen en las mismas condiciones para cercionarnos de que no nos engañamos a nosotros mismos. Incluso colectivamente podemos engañarnos. Nos confundimos con creencias o ideologías. Tomamos por ciertas teorías que se demuestran falsas. Aceptamos verdades incluso cuando sabemos que son incorrectas. Nuestro anhelo de creer es más fuerte que nuestro anhelo de saber.

 

El arte es una expresión individual. Correctamente realizado conjuga el individuo que lo crea y el contexto en que se desarrolla.

 

Define Duchamp:
La figuración de un posible. Una representación estática del movimiento. Un museo trasladable.
Define Cage:
Todos estamos en el mejor asiento. Todo lo que hacemos es música. Somos paquetes de agua que gotean. Todo es repetición, una variación. ¿Quién fue el primero en pisar este charco, en cualquier caso?
Define Warhol:
Creo en la cirugía estética. Sentí que debía definir alguno de mis problemas. Cuando piensas poco, limpias mucho. Bostezar es una forma de hablar. El solo hecho de estar vivo ya supone muchísimo trabajo para algo que no siempre quieres hacer. Mamá siempre me decía que no me preocupara por el amor, pero que no dejara de casarme.
Define Whitman:
¿Me contradigo? Pues me contradigo: contengo multitudes.

 

Todo es un invento humano. Fruto de la cultura > fruto del lenguaje > fruto de la evolución > fruto del azar.

 

El árbol que cae genera ondas acústicas. Nosotros definimos: hace “ruido”. Millones de árboles han caído a lo largo de la historia planetaria sin que nos percatemos de ellos. Gran parte de la información que perciben continuamente nuestros sentidos es ignorada por nuestra mente. Ni siquiera percibimos de manera completa la realidad: suponemos, asumimos, inventamos. Nuestra mente economiza recursos y nos engaña. Nosotros creemos: somos individuos de fe.

 

¿Somos quarks? ¿Somos almas? ¿Somos polvo? Todo podemos ser. Nada podemos saber. Esa es la gran falencia de la ciencia, nuestra herramienta para definir la realidad: nada es definitivo, nada es absoluto, nada es perfectamente demostrable. Todo son aproximaciones. La verdad de ayer, es la duda de hoy y la falsedad de mañana. Cada vez que afirmamos encontrar la verdad, nuestro conocimiento se resquebraja y empezamos a aprender de nuevo.

 

Tolstoi en su libro El reino de Dios está entre vosotros explica que existen tres miradas sobre la vida: la mirada animal, que abarca al individuo; la mirada pagana, que abarca a la sociedad; y la mirada divina, que abarca al mundo entero. Toda persona se encuentra en un estado de desesperación, hundido en la contradicción entre su consciencia y su vida, explica. Puede resolver este antagonismo de dos maneras: modificando su vida o modificando su consciencia.

 

Yo soy Jesús, hijo de José. Yo soy Jesús, hijo de David. Soy el enviado de mi padre. Soy la puerta. Soy el pan de la vida. Soy el camino. Soy la verdad. Soy la luz de la vida. Soy el que soy. Soy el rey de los judíos.

 

porque algo está ocurriendo
pero no sabe lo que es
¿o si, Mister Jones?
—Bob Dylan

Lluvia celeste

Libro Lluvia celeste
Publicado como parte de una colección en el Centro de Arte Contemporáneo Chateau (Córdoba) en 2024, con el sello de la Fundación Pro Arte Córdoba
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frases urbanas

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—¡Un renol 12! ¡Un renol 12!

—...era intimo amigo del Cuchi Valdiviezo, intimo, pero intimo...

—…dicen que ¡doscientos millones de pesos!…

—¡Gordo! ¡Gordo chupa pija! ¡Veni! ¡Veni que te hago concha!

—¡No! ¿Dónde vos bailaste?

—...a la noche temblaba como una hoja.. yyy.. y bueno al final no...

—...que odiamos a la gente pobre ¿¡como vas poner eso!?

—...usted se ha enterao que me ha dao un infarto.. —si... —¿no?… —si, si...

—Tomi.. —¿¡QUE!? —levanta los pies —bueno…

—¿qué haces Pajarito? —¿cómo andas papá?

—… una sola consulta, Fósforo: ¿muñequeas algo vos?

—...el que gane el viernes que gane, y, bueno, el que pierda, que sepa perder...

—...le dije que me visite a ver como esta—bah! ni apareció...

—...¿la conoces a ella? —no —creo que tiene una banda de trabajo sobre el tema ese...

—...tenes desiertos, tenes todo—Argentina es rico...

—... mi sobrino me llamó de Quebrachal ayer, dice que estaba por llover... —¡ay! ¡gracias a Dios!

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